Mis inicios en la hospitalidad: una historia de pasión por el servicio para las nuevas generaciones.
¿Quien más se suma a esta gran historia que vivimos en Real Turismo? ¿ Los inicios del All inclusive en México? Y tantas historia que aún no se han contado.
Por Luis Manuel Rivera
Hablar de hospitalidad es, para mí, hablar de vida. Y como toda vida, tiene un inicio que marca, que enseña y que transforma. El mío comenzó a finales de los años 80, cuando tuve el privilegio de integrarme al mundo hotelero a través de una gran institución: Real Turismo.
Comencé en una de sus filiales llamada Frahopa, y más adelante tuve la oportunidad de colaborar en Hoteles Maeva. En ese entonces, apenas entendía el verdadero alcance de esta industria. Lo que sí sabía —y sentía— era la emoción de formar parte de un entorno vibrante, exigente, humano. No se trataba solo de camas o restaurantes, sino de experiencias, detalles, emociones, equipos.
Real Turismo fue una gran escuela. Allí aprendí que la hospitalidad no solo se estudia, se vive. Aprendí de colegas generosos, comprometidos, muchos de los cuales siguen siendo hoy grandes amigos y referencias profesionales. Ellos me enseñaron el valor de la excelencia, de la atención al detalle y, sobre todo, de trabajar con el corazón en cada interacción con el huésped.
Recuerdo jornadas largas, desafíos técnicos, capacitaciones intensas… pero también risas, celebraciones, logros compartidos y, sobre todo, la satisfacción de saber que cada día se podía marcar una diferencia en la experiencia de alguien más.
Hoy, décadas después, con la experiencia de haber dirigido equipos, consultado hoteles y formado a nuevas generaciones, sigo regresando mentalmente a esos días. Porque ahí nació mi vocación, ahí se forjó mi compromiso con la hospitalidad, y ahí comprendí que el servicio no es un acto… es una actitud.
A quienes inician hoy este camino, les digo: abracen cada momento con pasión. Aprendan de quienes tienen más experiencia. Pregunten, propongan, arriesguen. La hospitalidad es una carrera de fondo, donde los valores, la empatía y la constancia pesan más que cualquier título.
Y a mis colegas de aquellos primeros años, mi más profundo agradecimiento. Ustedes marcaron mi rumbo.
Porque la hospitalidad, bien entendida, no se olvida nunca. Se lleva en la piel y en el alma.

