El camino a la felicidad: lo que he aprendido con Séneca

Me encanta la lectura porque siempre aprendo algo nuevo todos los días, es uno de mis mejores pasatiempos, porque la vida hay que explorarla y vivirla al máximo, y porque no, también me produce felicidad. 20 minutos al día te relajan y te abren la mente a otras latitudes y a conocer mas del mundo que me rodea.

“Cuando creí que tenía todas las respuestas, de pronto la vida me cambió todas las preguntas”. Uno nunca termina de aprender.

Durante muchos años creí —como muchos— que la felicidad estaba un paso adelante.

En el siguiente logro.

En el siguiente proyecto.

En el siguiente reconocimiento.

Trabajé duro, avancé, acumulé experiencia, responsabilidades, expectativas… y también cansancio.

Fue entonces cuando las palabras de Séneca dejaron de ser filosofía antigua y se convirtieron en una verdad incómoda pero liberadora:

No somos infelices por lo que nos falta, sino por lo que deseamos sin medida.

He aprendido que gran parte de nuestra ansiedad no viene de la escasez, sino del apego. Del deseo constante de controlar lo que no está bajo nuestro dominio: el tiempo, los resultados, la opinión de los demás, el rumbo del mercado, incluso el comportamiento de las personas que amamos.

Séneca me enseñó —y la vida me lo confirmó— que la verdadera pregunta no es qué más necesito, sino:

¿Qué sí depende de mí?

No controlo todo lo que ocurre,

pero sí controlo cómo respondo.

No decido cada circunstancia,

pero sí decido con qué actitud la enfrento.

Con los años entendí que la verdadera riqueza no está en tener más, sino en necesitar menos para vivir en paz.

De esa misma forma pienso que el respeto es un valor que no debemos olvidar y es un mensaje para aquellos que piensan que su dinero les da derecho a pisotear tu dignidad, a querer hacerte menos, a tratarte con desdén, sin respetar tu trabajo, sin embargo eso tampoco lo puedes controlar pero si lo puedes evitaré incluso alejarte de aquello que no te hace feliz porque esos egos no dependen de ti.

También he aprendido que la verdadera libertad no es hacer todo lo que quiero, sino no ser esclavo del miedo, del ego o del deseo desmedido.

Séneca no hablaba de huir del mundo, hablaba de habitarlo con templanza:

trabajar sin obsesión,

disfrutar sin apego,

aceptar sin resignación.

Hoy sé que la felicidad no es un destino al final del camino.

Es la manera en que caminas cada día.

Es elegir vivir con conciencia, con propósito y con equilibrio interior.

Y cada vez que la prisa me quiere arrastrar, vuelvo a esa frase que ya es un recordatorio personal:

“No es que tengamos poco tiempo, es que perdemos mucho.”

Tal vez no necesitamos cambiarlo todo afuera.

Tal vez la verdadera transformación empieza cuando ordenamos lo que llevamos dentro.

Luis Manuel Rivera

Consultor | Conferencista

Deja un comentario